ALZHEIMER
A partir de los 65 años, cuando la incidencia
del Alzheimer es más frecuente, la evolución del enfermo se desarrolla durante
diez años aproximadamente. Por lo general, el paciente no muere de Alzheimer
sino como consecuencia de una enfermedad agregada: fallos cardiacos o
respiratorios, neumonía… Se suelen distinguir tres etapas en la evolución:
Fase inicial
Aparente normalidad
En un primer momento y antes de haber acudido
a la consulta de un especialista, se detectan algunos síntomas extraños en el
enfermo.
Las señales características del inicio de la
enfermedad son:
- Pequeñas
pérdidas de memoria. El enfermo olvida, por ejemplo, lo que ha comido.
- Problemas de comunicación. No
encuentra las palabras adecuadas para expresarse.
- Dificultad para realizar tareas
cotidianas.
- Desorientación temporal y
espacial.
- Dificultad para realizar tareas
mentales, para sumar, por ejemplo.
- Repentinos cambios en el
comportamiento y el humor.
- Colocación de objetos fuera de
lugar. Por ejemplo, dejar la ropa sucia en el horno.
- Cambios en el carácter.
- Pérdida de iniciativa e inseguridad.
En cuanto se detecta alguno de estos síntomas
es necesario consultar al médico. Porque un diagnóstico rápido del Alzheimer
ayuda a establecer estrategias y tratamientos para enfrentar la enfermedad.
En esta primera fase el enfermo todavía es
capaz de llevar una vida independiente.
La medicación debe ir encaminada a paliar la
posible depresión, angustia o ansiedad que puede producir la enfermedad, a
retrasar la evolución del Alzheimer potenciando el correcto funcionamiento de
las neuronas cerebrales y a controlar la agitación nocturna y favorecer el
sueño.
Fase intermedia
Empeoramiento
progresivo
En la segunda fase de la enfermedad se
agudizan los problemas mentales que se habían detectado en la etapa anterior.
Las características principales de esta fase son:
- El
enfermo olvida los sucesos recientes. No sabe si ha comido o no, si ha
salido…
- No comprende hechos nuevos como
una guerra, un fallecimiento, una boda…
- Olvida parte de su pasado.
- Agnosia, es decir, no reconocer
a las personas ni las cosas. Puede aumentar hasta el punto de negar un
parentesco: “Tú no eres mi marido”.
- Olvida gran parte de su vocabulario
con lo que le cuesta hablar y comprender a otras personas.
- Abandona sus actividades
cotidianas. No sabe poner la mesa, atarse la camisa, coger los cubiertos…
- Se pierde por la calle y no
puede ir solo a ningún sitio. Además percibe erróneamente el espacio ya
que no interpreta correctamente la distancia.
- Puede tener reacciones desmesuradas en su carácter: ser
violento o, por el contrario, ser más sumiso y dependiente.
Fase final
Esperando el final
La última fase es la más trágica de toda la
enfermedad. El cerebro se va muriendo poco a
poco y el enfermo pierde prácticamente todas sus capacidades físicas y mentales. Es una lenta agonía.
poco y el enfermo pierde prácticamente todas sus capacidades físicas y mentales. Es una lenta agonía.
Este periodo se caracteriza por:
- Agnosia
extrema. No conoce nada ni a nadie, aunque se da cuenta de las personas
que le aprecian y le quieren.
- No habla ni entiende nada.
- Apenas realiza ninguna
actividad.
- Le cuesta trabajo tragar los
alimentos.
- No controla su cuerpo.
- Permanece sentado o tumbado
todo el tiempo.
- Intensa apatía.
- Pérdida de toda referencia
espacio-temporal.
- Pasividad.
Qué hacer en la primera fase
En la fase inicial el enfermo todavía es capaz
de llevar una vida independiente. La familia tiene que conseguir que viva lo
más feliz posible, sin angustia ni depresiones.
Para empezar, es fundamental que la familia
entienda en qué consiste el Alzheimer y cuáles son sus fases. También debe
comprender los sentimientos de inseguridad del enfermo para así tener paciencia
y mantener una convivencia alegre y serena.
Muchos enfermos son conscientes de que algo
malo les está ocurriendo, por ello es necesario
que lleven una vida normalizada en la que
realicen las mismas actividades que antes,
siempre que no supongan un riesgo. Es
esencial una planificación de la vida diaria
compuesta por una serie de rutinas que se
repitan todos los días. Los imprevistos alteran
en exceso al enfermo de Alzheimer. Por ello es
mejor evitar situaciones y noticias tristes o
preocupantes. Resulta muy útil la colocación
de relojes y calendarios en lugares visibles
para que el enfermo sea más consciente de la
situación espacio-temporal.
malo les está ocurriendo, por ello es necesario
que lleven una vida normalizada en la que
realicen las mismas actividades que antes,
siempre que no supongan un riesgo. Es
esencial una planificación de la vida diaria
compuesta por una serie de rutinas que se
repitan todos los días. Los imprevistos alteran
en exceso al enfermo de Alzheimer. Por ello es
mejor evitar situaciones y noticias tristes o
preocupantes. Resulta muy útil la colocación
de relojes y calendarios en lugares visibles
para que el enfermo sea más consciente de la
situación espacio-temporal.
Es muy importante que el enfermo se sienta
útil. No hay que invadir la poca independencia
de la que dispone. Además no hay que privar
al enfermo de aquello con lo que disfruta.
útil. No hay que invadir la poca independencia
de la que dispone. Además no hay que privar
al enfermo de aquello con lo que disfruta.
Se debe potenciar el ejercicio físico y una
alimentación rica en fibras y proteínas.
alimentación rica en fibras y proteínas.
Los familiares pueden hacerse cargo del
enfermo sin ayuda del exterior ya que éste puede valerse por sí solo. Sin
embargo es recomendable, que acudan a alguna asociación de familiares de
enfermos de Alzheimer. Allí los familiares reciben atención psicológica, pueden
acudir a cursos de formación para aprender cómo se debe cuidar a un enfermo,
son asesorados en los asuntos legales y reciben ayudas de voluntarios. En esta
etapa es imprescindible la planificación de cómo se va a cuidar al enfermo más
adelante.
Qué hacer en la segunda fase
La familia tiene que adaptarse a las nuevas
situaciones que se plantean. La paciencia y el cariño son fundamentales en esta
etapa. Algunos consejos son:
- Cuidar
la alimentación. Hay que controlar su peso, llevar una dieta rica en
proteínas y tener mucha paciencia para alimentar convenientemente al
enfermo. Necesita ayuda para comer y beber. Es importante que la comida
sea de su agrado y que se sienta amablemente atendido.
- Potenciar el ejercicio físico.
Es necesario que el
enfermo pasee diariamente y que realice una sencilla
gimnasia para aliviar la rigidez muscular. - Emplear frases breves y
palabras sencillas para
hablar al enfermo. - Mantener, en la medida de lo
posible, la rutina diaria
establecida en la fase anterior. - Facilitar la movilidad del
enfermo retirando todo
aquello que le dificulte el paso. - Cuando el enfermo empiece a
andar más torpemente se puede emplear un andador para evitar tropiezos y
caídas.
- Aunque la agnosia cada vez es más fuerte, el enfermo
todavía es capaz de sentir y recibir afecto.
En este momento es necesario ayuda del
exterior. Se puede ingresar al enfermo en una residencia especializada, buscar
un cuidador profesional o llevarlo a un centro de día.
El precio de una residencia oscila entre los
1.100 y 2.000 euros al mes en función de si es una residencia pública o
privada. Para ingresar en una residencia pública hay que realizar unos extensos
trámites y es muy difícil conseguir una plaza.
No todas las familias se pueden permitir pagar
esta cantidad. Un cuidador especializado es más barato, alrededor de diez euros
la hora, pero no ofrece una atención durante todo el día y no posee los mismos
medios que una residencia.
etapa el enfermo es especialmente receptivo.
Qué hacer en la última fase
El enfermo en esta etapa precisa unos cuidados
más especializados. Es necesario el asesoramiento de profesionales para atender
adecuadamente al enfermo. Los familiares tienen que aprender algunos cuidados
básicos de enfermería. Sin embargo, la ayuda domiciliaria es imprescindible, la
familia sola no se puede hacer cargo del enfermo. En algunos casos, ayuda mucho
el ingreso del enfermo en una residencia.
El enfermo permanece encamado la mayor parte
del día. Por ello, la habitación en la que se encuentre debe ser agradable. No
es aconsejable la inmovilización absoluta del enfermo: hay que alternar
periodos en la cama con alguna hora en el sillón y con ayuda para que el
paciente pasee por la casa y se incorpore.
No debe descuidarse la alimentación porque,
aunque la movilidad del enfermo es casi nula, éste necesita un aporte
energético para mantener las funciones vitales. La comida debe ser triturada en
purés, papillas y zumos ya que el enfermo no puede masticar los alimentos
sólidos.
Se debe evitar la aparición de escaras con una
correcta higiene, frecuentes cambios posturales y el empleo de cojines y
colchones antiescaras. Para evitar las llagas son muy útiles los siguientes
soportes auxiliares:
- Colchón
de aire. Se coloca encima del colchón principal y se hincha y deshincha a
lo largo del día. Facilita un alivio a la espalda ya que la presión es
alternativa.
- Silla de ruedas. Permite
desplazar al enfermo con fácilidad, de este modo, no pasa todo el día en
la misma habitación.
- Protectores para la piel.
Sirven para proteger las partes del cuerpo que tienen los huesos salientes
(codos, rodillas, pies…) y en los que es más fácil que salgan llagas.
- Cama articulada. Evita la
inmovilidad absoluta y facilita los cambios posturales.
Hay que atender a las pequeñas manifestaciones de dolor, frío, calor, hambre… del enfermo ya que él es incapaz de expresarlo. También son muy importantes las muestras de afecto ya que en esta etapa el enfermo es especialmente receptivo.
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